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La persecución hacia los cristianos no es un fenómeno nuevo; tiene raíces profundas en la historia de la Iglesia. Desde los primeros mártires que dieron su vida por confesar a Cristo, hasta las situaciones actuales en muchas partes del mundo, la Iglesia ha enfrentado pruebas constantes por su fe.
La promesa de Jesús
Jesús nos advirtió que la persecución sería parte de la vida cristiana: “Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán” (Juan 15: 20).Esto no es una señal de abandono, sino una confirmación de nuestra fidelidad. El sufrimiento por la fe nos une a Cristo, quien también sufrió por nosotros.
La perspectiva eterna
La persecución, aunque dolorosa, nos recuerda que nuestra verdadera esperanza no está en este mundo, sino en la eternidad. Como dijo el apóstol Pablo: “Pues esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria” (2 Corintios 4: 17). Dios transforma nuestras pruebas en bendiciones eternas.
La fortaleza en la unidad
La persecución no debe ser motivo de división, sino de unidad. Como cuerpo de Cristo, estamos llamados a orar, apoyar y sostener a nuestros hermanos en la fe. “Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo” (Gálatas 6: 2). Cuando apoyamos a la Iglesia perseguida, mostramos el amor de Cristo en acción.
El testimonio en la persecución
El ejemplo de los mártires y los cristianos perseguidos inspira a otros a buscar a Dios. La valentía y la fe de quienes permanecen firmes a pesar de las amenazas muestran el poder del Espíritu Santo obrando en ellos.
Nuestra responsabilidad
Aunque algunos vivimos en lugares donde la fe se puede practicar libremente, debemos recordar que muchos no comparten este privilegio. Esto nos llama a:
- Orar fervientemente: Por fortaleza, paz y libertad para los perseguidos.
- Actuar: Apoyando a organizaciones que ayudan a cristianos perseguidos y promoviendo la conciencia sobre su situación.
- Mantenernos fieles: Tomando ejemplo de su valentía para vivir nuestra fe con integridad, aun cuando enfrentemos oposición.
