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Dios puede sanar cualquier enfermedad – Charles Spurgeon

El poder de sanar del Evangelio

El poder de sanar del Evangelio se manifestó en un día en que Jesús estaba enseñando y había fariseos y maestros de la ley sentados allí, que habían venido de todas las aldeas de Galilea, Judea y Jerusalén. El poder del Señor estaba con Él para sanar, como menciona Lucas 5:17.

Lucas, médico y escritor del Evangelio, observó con detalle las curaciones realizadas por Jesús. Nos enseña que cada persona debe usar sus habilidades y conocimientos para Cristo, sin importar su profesión.

La imitación y la rigidez en la religión

Cada persona tiene su propia individualidad y debe usarla para glorificar a Dios. La imitación rígida en la religión es dañina, pues Dios nos hizo únicos. Debemos vivir y hablar de acuerdo con la gracia divina, sin tratar de encajar en moldes artificiales.

El Evangelio de Lucas y las curaciones

El Evangelio de Lucas resalta las sanaciones de Jesús, mostrando que su poder es, en esencia, un poder de sanar. Cristo vino a traer misericordia y salvación, no destrucción ni venganza.

Lucas, antes médico, se convirtió en el “médico amado”, y consagró sus dones a Dios. Cristo es el sanador por excelencia, y su Evangelio sigue siendo poder para sanar espiritualmente a quienes lo reciben.

El poder de sanar de Cristo

Cristo vino a sanar, no a condenar. Su misión fue salvar al mundo con bondad y misericordia. Aunque algunos convierten el Evangelio en un mensaje de condenación, esto es fruto de la corrupción del corazón humano.

El Evangelio revela nuestra enfermedad espiritual, pero no para dejarnos en desesperación, sino para ofrecernos sanidad en la cruz de Cristo. Jesús no solo diagnostica, sino que también aplica el remedio para nuestras almas.

Jesús, el médico celestial

Los filósofos antiguos no ofrecían cura para la maldad humana, pero Jesús sí. Él condena el pecado, pero no abandona al pecador, sino que lo sana. Su mirada es penetrante, su corazón valiente y sus manos compasivas.

El poder divino de sanar

Sanar es prerrogativa de Dios. Aunque los médicos pueden tratar enfermedades físicas, la sanidad espiritual solo proviene de Cristo. Jehová Rafa, el Señor que sana, tiene poder para curar tanto el cuerpo como el alma.

Jesucristo, siendo Dios encarnado, es la esperanza de sanación total. No hay enfermedad, física o espiritual, que Él no pueda curar.

La cruz, remedio para el pecado

Jesús llevó nuestras enfermedades y dolencias en la cruz. No nos sanamos a nosotros mismos, sino que Él tomó la medicina en nuestro lugar. Su sacrificio es la única cura para el pecado.

La cruz es la fuente de toda salud espiritual. Los sufrimientos de Cristo constituyen el remedio que erradica la enfermedad del pecado y nos da vida.

El perdón de pecados

Jesús tiene autoridad para perdonar pecados. Su expiación sigue siendo efectiva hoy como lo fue cuando caminó en la tierra. Su poder de sanar incluye el perdón de nuestras iniquidades y la restauración de nuestras almas.

La resurrección y ascensión de Jesús

Jesús está dispuesto a sanar a todos los que lo buscan. Su resurrección y ascensión demuestran su autoridad divina. A través de su intercesión, recibimos salvación y sanidad.

Dios ha exaltado a Cristo como Salvador para dar arrepentimiento y perdón de pecados a quienes lo buscan con fe.

El poder del Evangelio para sanar

El Evangelio sana no solo el cuerpo, sino también el alma. Jesús restaura corazones quebrantados y quita el dolor del pecado. La convicción de pecado es difícil, pero la paz de Cristo sobrepasa todo entendimiento.

El pecado es fuerte, pero Cristo es más poderoso. Él nos libra del dominio del mal y nos concede paz con Dios.

Cristo libera del mal

Quien ha sido esclavizado por el pecado no debe desesperarse. Cristo puede romper cualquier cadena y restaurar a cualquier persona, sin importar cuán profunda sea su caída.

El poder del Evangelio destruye las obras del diablo y libera a los cautivos del pecado.

La curación de las recaídas

Jesús sana incluso a aquellos que han recaído en el pecado. No abandona a los que han tropezado, sino que los levanta con amor y gracia.

Quienes han caído en el pecado pueden encontrar restauración en Cristo, porque Él recibe con gozo a los que regresan a Él.

Curaciones súbitas y completas

Jesús puede sanar de manera instantánea. No hay enfermedad incurable para Él. Su poder transforma vidas, liberando a los pecadores y restaurando a los perdidos.

Períodos especiales de sanación

En ciertos momentos, Dios derrama su poder con intensidad especial. Estos tiempos de avivamiento muestran que el poder del Señor sigue presente para sanar a quienes lo buscan.

Cuando hay un ferviente deseo de escuchar la Palabra de Dios, es una señal de que su gracia está obrando poderosamente.

La enseñanza de Cristo y la sanación

Donde se predica fielmente el Evangelio, Jesús está presente para sanar. Su enseñanza trae vida y restauración.

Las conversiones y testimonios de cambio de vida confirman que donde Cristo es exaltado, su poder se manifiesta.

El poder de la oración

La oración es clave para experimentar el poder sanador de Dios. Una iglesia que ora fervientemente verá la manifestación del Espíritu Santo.

El poder de sanar no es para todos, sino para aquellos que reconocen su necesidad y se acercan a Cristo con fe y humildad.

La receptividad a la gracia

La gracia de Dios puede estar presente, pero no todos la reciben. Aquellos que creen ser autosuficientes, como los fariseos, pierden la bendición de la salvación.

Es peligroso tener conocimiento religioso sin una relación genuina con Dios. La salvación es para quienes humildemente reconocen su necesidad de Cristo.

La indiferencia y la búsqueda de la sanación

Asistir a la iglesia como espectador no trae sanación. Solo quienes buscan a Cristo con un corazón sincero experimentan su poder transformador.

La predicación verdadera toca el corazón. No basta con escucharla, hay que responder con fe y arrepentimiento.

La burla y la duda

Los que rechazan el Evangelio y se burlan de él sufrirán las consecuencias. El poder de sanar de Cristo no se activa en quienes desprecian su mensaje.

Es peligroso endurecer el corazón ante la verdad, pues la incredulidad impide experimentar la gracia salvadora de Dios.

Traer a otros a Jesús

El poder de Cristo nos impulsa a traer a otros a Él. Debemos interceder y buscar formas creativas de compartir el Evangelio con los perdidos.

Dios quiere usar a sus seguidores para acercar a otros a su gracia. Nuestra responsabilidad es proclamar su mensaje y confiar en su poder para transformar vidas.

La salvación en Cristo

Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores. Nadie está fuera de su alcance. Su poder de sanar sigue vigente y está disponible para todos los que se acercan a Él con fe y humildad.

El Evangelio es el poder de Dios para salvación y sanidad. A través de Cristo, podemos experimentar la restauración completa y la vida eterna.

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