El Gozo que Viene de Dios // Mari Carmen Jiménez

El Gozo que Viene de Dios // Mari Carmen Jiménez

“El gozo del Señor es vuestra fuerza.” Así lo dice Nehemías cuando el pueblo está en medio de un esfuerzo titánico, reconstruyendo el muro, rodeado de enemigos y amenazas. Esta verdad sigue vigente: el gozo que viene de Dios no es superficial, es una fuerza interior que levanta al caído, sostiene al débil y anima al que está en lucha.

La tristeza, el temor y la depresión son como pozos oscuros que atrapan la luz, como esos planetas sin reflejo alguno. En cambio, el gozo es como la luz que todo lo llena y da vida. El hombre fue creado para ser feliz, pero no con una felicidad pasajera, sino con la plenitud de Dios. Él es la única fuente de alegría duradera.

La creación también se goza

La Biblia muestra que no solo el alma del hombre se alegra en Dios, sino que toda la creación lo hace. Los cielos se alegran, la tierra canta, los collados se ciñen de alegría y los valles dan voces de júbilo. La naturaleza entera anhela la redención.

“El Salmo 65 dice: Tú haces alegrar las salidas de la mañana y de la tarde… los collados se ciñen de alegría, los valles se cubren de grano, dan voces de júbilo y aún cantan.”

Esto nos enseña que cuando el hombre vive en armonía con Dios, incluso la tierra refleja ese orden, y hay gozo hasta en los frutos de la cosecha. Las fiestas del pueblo de Israel muchas veces coincidían con los tiempos de siega, y el gozo era visible. El fruto trae alegría.

El servicio a Dios produce gozo profundo

Cuando edificamos la casa de Dios, cuando servimos con nuestras manos y nuestros corazones, hay un gozo que no se compara con nada. La Biblia narra cómo los que echaron los cimientos del templo lloraban de emoción, mientras otros gritaban de alegría. Servir al Señor da sentido a nuestra existencia.

“Hay un gozo inefable cuando ves el fruto de tu trabajo, cuando sirves al Señor. El gozo de los edificadores era tan grande que muchos daban grandes gritos de alegría.”

El gozo que da el servicio a Dios no depende de nuestras fuerzas, sino del propósito eterno que se cumple en medio de nuestra obediencia.

El gozo se manifiesta en la liberación

Cuando Dios trae liberación, hay fiesta. El pueblo de Israel celebró con gozo cuando fue liberado de la muerte gracias a la intervención de Esther y Mardoqueo. Dice el texto: “Los judíos tuvieron alegría y gozo, banquete y día de placer.”

El gozo es una respuesta natural al milagro de la salvación. También es un arma espiritual que vence el temor y la tristeza.

“El temor es la puerta al desánimo y a la depresión. Pero el gozo es medicina. El gozo del Señor nos llena por dentro y nos da nueva fuerza.”

Aun en medio de la escasez, hay gozo en el Señor

Habacuc lo expresó claramente: aunque falte el fruto, aunque no haya ganado ni provisión, con todo, me gozaré en el Dios de mi salvación.

“Con todo, yo me alegraré en el Señor, y me gozaré en el Dios de mi salvación. Yahveh, el Señor, es mi fortaleza.”

Esta clase de gozo no depende de las circunstancias externas, sino de una relación íntima con Dios. Es el gozo de la fe, de la confianza, de saber quién es nuestro Dios.

La cruz: fuente del gozo eterno

El verdadero gozo nace en la cruz. Cristo, “por el gozo puesto delante de él, sufrió la cruz, menospreciando el oprobio” (Hebreos 12:2). La cruz no fue un acto de derrota, sino de victoria. Jesús vio más allá del sufrimiento, y ese gozo le permitió soportarlo todo.

Y este es el llamado: tomar nuestra cruz cada día, negarnos a nosotros mismos y seguirle. Porque solo en la cruz hay vida verdadera. El proceso de morir al egoísmo, al pecado, a nuestra carne, nos libera para vivir en el Espíritu. Solo así llevamos fruto.

“Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto.”
“El que ama su vida, la perderá; y el que aborrece su vida en este mundo, para vida eterna la guardará.” — Juan 12

La cruz no es símbolo de derrota, sino de reconciliación. Por medio de ella, Cristo hizo la paz entre el cielo y la tierra, entre judíos y gentiles, entre Dios y los hombres.

“Reconciliar consigo todas las cosas, haciendo la paz mediante la sangre de la cruz.” — Colosenses 1:20
“De ambos pueblos hizo uno… mediante la cruz, reconciliando con Dios a ambos en un solo cuerpo, matando en ella las enemistades.” — Efesios 2:14-16

Servir con alegría es un mandato

El gozo no es opcional. Dios reprende al pueblo por no servirle con alegría: “Por cuanto no me serviste con alegría de corazón, servirás a tus enemigos.” (Deuteronomio 28)

La alegría en el servicio es parte de nuestra fidelidad. No se trata de servir por obligación, sino por amor, por gratitud, con gozo.

El yugo de Cristo trae descanso

El yugo representa el compromiso con Cristo, la unión con Él. Y ese yugo, aunque implique entrega, también trae descanso. El Señor nos invita a tomar su yugo, a aceptar nuestra cruz, a seguirle.

“Llevad mi yugo sobre vosotros… y hallaréis descanso para vuestras almas.” — Mateo 11

Negarse a uno mismo, dejar de pelear contra la cruz, nos trae paz. Cuando dejamos de intentar desclavarnos de nuestra cruz, cuando aceptamos el trato de Dios, hallamos reposo.

Conclusión

El gozo del Señor no es emoción pasajera ni felicidad superficial. Es una fuerza que sostiene, una promesa que fortalece, y una señal de madurez espiritual. El gozo nace de la cruz, florece en el servicio, se mantiene en la confianza y se perfecciona en la obediencia.

Aceptar la cruz, vivir clavados con Cristo, permanecer en el yugo, es vivir en el verdadero gozo. Aunque falte todo, si estamos en Él, tendremos gozo eterno.

Mari Carmen Jiménez.

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