¿Qué significa “comer la carne y beber la sangre” de Jesús? – Charles Spurgeon

La necesidad de comer la carne y beber la sangre de Cristo para tener vida eterna

La enseñanza de Jesús sobre comer su carne y beber su sangre

Jesús dijo que si no se come la carne del Hijo del Hombre y se bebe su sangre, no se tiene vida en uno mismo. Aquellos que lo hacen, en cambio, tienen vida eterna. Su carne es verdadera comida y su sangre es verdadera bebida. Quien se alimenta de Cristo permanece en Él y Él en esa persona.

¿Se refiere Jesús a la Cena del Señor?

Algunos han afirmado que este pasaje se refiere a la Cena del Señor, pero esto no puede ser correcto. De ser así, significaría que quienes nunca han participado de la Cena del Señor no tienen vida en ellos, lo cual es erróneo. Muchos niños mueren en la infancia y son salvos sin haber participado de este sacramento.

También hay creyentes que han demostrado la vida de Dios en sus almas sin haber podido participar en la mesa del Señor debido a enfermedad, prisión o persecución. El ladrón en la cruz fue salvo sin recibir pan ni vino.

Comer y beber a Cristo en un sentido espiritual

La interpretación literal de este pasaje ha llevado a errores supersticiosos. Algunos creen que al participar en la eucaristía, automáticamente reciben vida eterna, pero esto no es verdad. Hay personas que participan indignamente y permanecen en pecado.

Cristo hablaba en términos espirituales. Comer su carne y beber su sangre significa recibirlo por la fe, apropiarse de Él y confiar en su sacrificio. Es un acto interno del alma, no una acción física con efectos automáticos.

Creer en la persona y obra de Cristo

Para “comer la carne” de Cristo, primero debemos reconocer su realidad. No es un mito ni un personaje simbólico, sino una persona que vivió, murió, resucitó y ascendió a los cielos. No hay salvación sin creer en el Cristo real, quien murió en el Calvario y está sentado a la diestra del Padre.

La expresión “carne y sangre” enfatiza que Jesús fue verdaderamente humano. Tomás pudo tocar sus heridas después de la resurrección. Jesús murió con un cuerpo real y ascendió con él al cielo.

La muerte de Cristo y la expiación del pecado

Jesús no solo vivió como ejemplo, sino que murió para expiar el pecado. Su carne es comida y su sangre es bebida porque su muerte es nuestra salvación. Creer en Cristo implica aceptar su sacrificio como nuestra única esperanza.

No basta con admirar sus enseñanzas o su vida perfecta. Debemos recibir su muerte como la única propiciación por nuestros pecados. Comer su carne y beber su sangre es confiar plenamente en su obra redentora.

Apropiarse de Cristo por la fe

La fe no es solo un concepto intelectual, sino una recepción personal de Cristo. Así como el alimento entra en nuestro cuerpo y nos nutre, Cristo debe entrar en nuestra alma y transformarnos.

La fe no es un esfuerzo humano ni una obra, sino un acto de recibir. No se nos exige producir algo, sino aceptar lo que Dios nos ofrece gratuitamente en Cristo.

La unión con Cristo mediante la fe

Quien se alimenta de Cristo por la fe se une a Él de manera vital. Así como el pan se asimila en el cuerpo, Cristo se convierte en nuestra vida cuando creemos en Él. Ya no podemos ser separados de Él porque se vuelve parte de nuestro ser.

La vida cristiana es crecer en semejanza con Cristo. Cuanto más nos alimentamos de Él, más nos transformamos en su imagen.

El hambre espiritual por Cristo

Así como el cuerpo necesita comida y bebida, el alma necesita a Cristo. La mayor necesidad del hombre es conocerle y recibirle. Desear a Cristo es señal de vida espiritual, mientras que la indiferencia hacia Él es señal de un corazón entenebrecido.

La comunión con Cristo como alimento del alma

La alimentación espiritual no es solo hablar de Cristo, sino recibirlo realmente en el corazón. No basta con conocer doctrinas, debemos experimentar su presencia y gracia en nuestra vida diaria.

Los creyentes deben alimentarse de Cristo constantemente. No podemos vivir de experiencias pasadas, sino que debemos buscar a Cristo cada día. Un corazón que no halla gozo en Cristo está en peligro espiritual.

La necesidad de una comunión frecuente con Cristo

Debemos establecer tiempos regulares para nuestra comunión con Cristo. Así como el cuerpo necesita comidas regulares, el alma necesita alimentarse de Cristo de manera constante.

El creyente que se alimenta continuamente de Cristo nunca se sacia de Él, sino que desea más. Nunca podemos tomar demasiado de Cristo, pues entre más lo recibimos, más crecemos en gracia.

Recibir a Cristo plenamente

Comer la carne y beber la sangre de Cristo significa recibirle en su totalidad. No solo debemos creer en una parte de Cristo, sino en todo su ser y obra redentora.

Su carne y su sangre son el único alimento adecuado para el alma, sin importar la edad espiritual o la condición de la persona. Todos están invitados a participar de Él y recibir su gracia.

Conclusión

Recibir a Cristo es la única manera de tener vida eterna. No se trata de un acto externo, sino de un acto de fe en su persona y en su sacrificio. Jesús es el verdadero alimento del alma, y quienes le reciben nunca tendrán hambre ni sed espirituales.

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