Satanás y Job

Satanás y Job – Charles Spurgeon

La prosperidad y la prueba de Job

Satanás consideró a los santos y Jehová puso en su mira a Job, destacando que las cosas de la tierra son inciertas y pasajeras. No debemos hacer tesoros aquí, sino en el cielo.

Job vivía una vida próspera y aparentemente segura. Tenía muchos sirvientes, animales, tierras fértiles, alimentos en abundancia, y una familia numerosa. No necesitaba nada de fuera, todo lo producía en casa. Pero más allá de las nubes, en el ámbito espiritual, se estaba formando una batalla. Satanás, el espíritu del mal, se enfrentaba al Dios de todo bien.

Satanás se jactó de dominar la tierra sin oposición, pero Jehová le respondió que aún quedaba un hombre fiel: Job. Satanás desafió a Dios, afirmando que la fidelidad de Job se debía a su riqueza. Y Dios permitió que le quitaran todo. Job perdió sus riquezas, a sus hijos y su salud. Cayó en la pobreza y la aflicción física. Sin embargo, no perdió su fe. Esta historia revela la fragilidad de lo terrenal. Nada es permanente. Por eso, el corazón debe estar en el cielo, no en los bienes de este mundo.

La búsqueda de las cosas celestiales

La tierra está fundada sobre los mares y cambia constantemente. No hay seguridad en lo visible. Todo lleva la marca del cambio. Cristo está sentado a la diestra de Dios. Ahí deben estar nuestros ojos, nuestro tesoro, y nuestro corazón. El verdadero gozo viene de Cristo. Ningún placer mundano puede compararse. Todo lo demás es engaño y vacío.

La consideración de Satanás hacia los santos

Jehová dijo a Satanás: «¿No has considerado a mi siervo Job?». Esto muestra que Satanás también piensa en los santos, pero con malicia. No los considera con amor, sino con asombro y odio. No entiende cómo pueden seguir fieles. Se enfurece al ver su paz y su fe.

Admira su fidelidad, pero los desprecia. Cree que es mejor reinar en el infierno que someterse a Dios.

Satanás se goza en los pecados secretos del pueblo de Dios. Busca grietas, manchas, y contradicciones entre lo que dicen y lo que hacen. Ve a los creyentes como barreras para su reino. Se ensaña especialmente contra los más fieles, los líderes, los generosos. Son como frutas maduras que quiere devorar.

Él estudia la naturaleza humana. Conoce nuestras debilidades. Ve a los fieles como joyas que desea arrebatar de la corona de Dios. Sabe que no puede destruir a los elegidos, pero intenta hacerlos caer, arruinar su testimonio, o reducir su utilidad. No conoce los decretos secretos de Dios. Solo juzga por lo exterior. Su estrategia es atacar a todos, con la esperanza de destruir a alguno.

El ataque de Satanás al pueblo de Dios

Satanás tiene un ejército. Ataca directamente o a través de otros. Su meta es desanimar, hacer dudar, y robar la alabanza que pertenece a Dios. Dios se goza cuando es adorado con alegría. La alabanza es una manera de resistir al diablo. Cantar al Señor es como desafiarlo en su cara. Satanás odia la alabanza gozosa. Quiere ver a los creyentes tristes y desconfiados, porque eso mancha la fidelidad de Dios. Busca no solo destruir, sino estropear. Algunos caen y no se rompen por completo, pero quedan marcados, como cojos en el camino espiritual.

El retroceso espiritual es fácil. Volver al camino cuesta más. Los líderes fieles son muy valiosos. No se puede prescindir de ellos.

La iglesia debe permanecer firme. Dios da gracia para resistir, para que el enemigo no gane ventaja.

El propósito de Dios en las tentaciones

Dios permite que Satanás considere a sus hijos. Él sabe por qué. Todo lo que ocurre sirve a su gloria. Las tentaciones pueden afilar la fe. Nos enseñan humildad, nos despiertan, nos mantienen vigilantes. La falta de tentaciones puede adormecer. Las pruebas son una escuela de santidad. Nos muestran nuestra debilidad. Satanás es como un león. Vigila, espera el momento exacto para atacar. Por eso debemos velar y orar siempre.

La astucia de Satanás y las debilidades humanas

Satanás tiene 6,000 años de experiencia con la humanidad. Conoce los móviles del corazón. Sabe dónde somos más vulnerables. Estudia a cada persona como un experto analiza un caballo. Detecta los defectos ocultos. Ataca exactamente en el punto débil.Su ojo es como el de un lince. Su mano es rápida. Nos tienta cuando estamos débiles o cuando nos sentimos fuertes.

Cada emoción, cada estado de ánimo, puede ser una puerta abierta. Él adapta su estrategia. Nos pesca con la carnada justa. Sabe cómo disfrazarse. Usa lo que más nos atrae. Navega con todos los vientos. Nos tienta por la fe, el orgullo, la desesperanza, la impureza. Nuestra posición, educación, riqueza o pobreza, todo puede ser usado por él. La ociosidad es un campo fértil para su ataque.

La estrategia de Satanás contra Job

Satanás estudió la vida de Job en detalle. Sus bienes, su familia, incluso su esposa. Todo fue considerado como parte de su plan. La esposa de Job fue usada como instrumento: «Maldice a Dios y muérete». Pero Job no cayó. Job no dependía de sus riquezas, ni de su salud, sino de su Dios. Y aunque todo fue removido, su fe permaneció firme.

Incluso nuestras relaciones pueden ser puertas para el ataque. Satanás es capaz de usar lo que más amamos para herirnos.

La batalla espiritual y la victoria final

La vida del creyente es una constante lucha. Satanás usa todo para tentar. Pero un día, la batalla terminará. La victoria final será en la presencia de Dios. Allí no habrá más trampas, ni enemigos, ni dolor.

Dios frustra las minas del diablo. Mientras Satanás cree hacer daño, Dios le pone un límite exacto. No puede ir más allá de lo permitido. La primera prueba de Job fue medida. Dios sabía que podía resistir. Luego vino la segunda. Y Job se fortaleció en el proceso.

El Señor mide el dolor. Y donde el enemigo sopla, Él derrama aceite sobre el fuego de la fe. Si algo se quita, Dios dará más. Si hay prueba, habrá gracia. Si hay debilidad, Él fortalecerá.

El cristiano debe poner su confianza en esta verdad: no será tentado sin que Dios lo permita, y con la prueba, vendrá la salida. Job terminó mejor que como empezó. Más humilde, más bendito, más conocido. Dios lo restauró todo, y más. Satanás fue solo un instrumento en manos del Todopoderoso. Y su obra, aunque malintencionada, sirvió para el bien eterno del siervo de Dios.

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