Todas las cosas ayudan a bien // Ramón Ubillos
La Palabra de Dios nos dice en Romanos 8:28-32: “Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien…”. Pero esta verdad tiene una condición: solo ayuda a bien a aquellos que han sido llamados conforme al propósito de Dios. Esto significa que si nuestro corazón está alineado con Su voluntad, todo lo que nos ocurre tiene un sentido y un fin en él.
Dios nos ama con un amor inagotable, un amor que nos llama a vivir en plenitud bajo Su plan. El amor de Dios no es solo un sentimiento, sino un llamado a una vida de obediencia y entrega.
Caminar en el propósito de Dios
No se trata de vivir por costumbre, de ir a los cultos por rutina o de servir sin convicción. Dios tiene un propósito para cada día de nuestra vida, y debemos buscarlo con intención. Si asistimos a una reunión, debemos preguntar: “Señor, ¿cuál es tu propósito en esto?”. Si nuestras acciones están guiadas por Su voluntad, veremos Su respaldo y Su provisión. Dios quiere que vivamos bajo la seguridad de Su amor, confiando en que Su plan es perfecto.
El llamado de Dios no depende de nuestras fuerzas
En 2 Timoteo 1:8-9, Pablo le recuerda a Timoteo que no se avergüence de dar testimonio, porque ha sido llamado con un propósito santo, no por sus propias obras, sino por la gracia de Dios. No se trata de nuestras habilidades o deseos, sino de responder al llamado divino. El amor de Dios nos capacita para cumplir Su llamado, nos da fuerzas cuando nos sentimos débiles y nos sostiene en los momentos de prueba.
Moisés: Un llamado que transformó su vida
Moisés intentó libertar a Israel por su propia fuerza y fracasó. Pero cuando respondió al llamado de Dios en la zarza ardiente, su vida cobró un nuevo sentido. Aunque en el monte Sinaí Dios le dijo: “Tu pueblo se ha corrompido”, Moisés le recordó que ese era Su pueblo, el pueblo de Dios. Él comprendía que su misión no era una iniciativa propia, sino una respuesta al llamado divino.
El amor de Dios transforma vidas. Cuando caminamos en Su propósito, Él nos moldea, nos corrige y nos prepara para Su obra. Moisés aprendió a depender del amor y la dirección de Dios para cumplir su misión.
Balaam: Un camino perverso
Balaam, en cambio, buscó su propio beneficio. Cuando le ofrecieron riquezas por maldecir a Israel, aunque Dios le había dicho que no fuera, él insistió. Su motivación no era obedecer a Dios, sino lo que podía ganar. Dios se opuso a su camino, mostrandole que su propósito estaba corrompido.
El amor de Dios es puro y nos llama a la integridad. Cuando nuestra motivación está contaminada por deseos egoístas, nos alejamos de Su propósito. Debemos examinar nuestros corazones y asegurarnos de que nuestro servicio es por amor a Él y no por beneficio personal.
Jonás: Hacer la voluntad de Dios con resistencia
Jonás también recibió un llamado, pero huyó en la dirección contraria. Dios lo llevó a Nínive de todas formas, pero él cumplió su misión con amargura. No basta con hacer la voluntad de Dios, también debemos abrazarla con alegría.
El amor de Dios nos llama a confiar en Él. A veces nos resistimos a Su voluntad porque no entendemos Su plan, pero cuando nos rendimos a Su amor, experimentamos verdadera paz y plenitud.
La actitud de Jesús en Getsemaní
Jesús, ante el sufrimiento inminente, oró: “Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya” (Lucas 22:41-43). Y Dios envió un ángel para fortalecerle. Cuando enfrentamos pruebas en el camino de Dios, podemos confiar en que Él nos fortalecerá.
Jesús nos mostró el amor en su máxima expresión: la entrega total. Nos dio el ejemplo de una vida rendida completamente a la voluntad del Padre. Si vivimos en Su amor, también seremos fortalecidos en nuestras dificultades.
Servir a Dios en Su tiempo y Su manera
Jeroboán creó su propia religión, estableció sus propias fiestas y sacerdotes, apartándose del plan divino. No podemos servir a Dios a nuestra manera, sino en Su tiempo, en Su forma y en el lugar que Él nos ha llamado.
El amor de Dios nos invita a la obediencia y a la confianza. Cuando seguimos Sus caminos en lugar de nuestros propios planes, experimentamos Su paz y Su bendición.
Conclusión: Cumplir el propósito de Dios nos llena de paz
La mejor manera de aprovechar nuestra vida es cumpliendo el propósito de Dios. Cuando hacemos Su voluntad, encontramos gozo y sentido en todo lo que vivimos. Que podamos decir al final del día: “Hoy mereció la pena haber servido a Dios”. Busquemos Su voluntad, andemos en Su camino y confiemos en Su respaldo.
El amor de Dios es la razón por la cual tenemos un propósito. Él nos llama, nos capacita y nos sostiene. Si vivimos en Su amor, podremos caminar seguros en la senda que Él ha preparado para nosotros.